sábado, 31 de diciembre de 2011

Odio...


Ir a la peluquería. Mucho, mucho, mucho y cada vez más. Es que, ¿por qué las peluqueras tienen que hablar constantemente? que si a qué me dedico, que como está toda mi familia (si, una peluquería de pueblo), que a qué se dedican ellos... dios mío, y lo peor es cuando empiezan a hablar del tiempo. Eso ya es inaguantable. Me gustan los silencios incómodos, no pasa nada por estar un ratito sin hablar. 
Bueno, no me quejaría ahora de todo esto si no hubiera ido el otro día a la peluquería y me hubieran dejado el pelo hecho un cristo. Todos sabemos que cuando les pides que te corten las puntas te cortan unos cuatros dedos, pero también he descubierto que si les dices "córtamelo por los hombros", e incluso les enseñas una fotos de la maravillosa Kirsten Dunst para que te lo haga igual...


te lo cortan casi por la nuca. Encima cuando te pregunta si te lo escalan y tu les dices "un poquito", ellas entienden "un montón". Y nada, ahora estoy deprimida y cuando salgo a la calle me tengo que poner alguno de mis gorros. Me siento como a nosequé super héroe que cuando le cortaban el pelo perdía su fuerza. Vale, Google me dice que era Sansón ¡¡soy Sansón, debería de ser Dalila!!. O como Rapunzel cuando le cortan el pelo (o se lo corta, no me acuerdo). Tenía un precioso pelo largo y rubio, y luego se queda con el pelo marrón y un corte horroroso.


¡Pues así más o menos lo tengo yo ahora! En fin, espero que me crezca pronto, o al menos, que mute y cambie de forma. Hasta luegorr.

Ah si, feliz año nuevo.